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    Escudo de Santo Tomé.

    Autor: Antonio Ceaero Hernández


    Se trata de un puelo pequeño situado en la Comarca de Cazorla, al pie de la sierra del mismo nombre, en la provincia de Jaén, Comunidad Autónoma de Andalucía ( España )
    Autor del escudo : Antonio Ceacero Hernández

    Es un lugar encantador, digno de visitar, donde se puede hacer un turismo, de tipo rural, y visitar un sin fin de lugares de la sierra, como son ( saltos de agua, ríos, cascadas etc. ) y al mismo tiempo  gozar de un clima muy grato sobre todo en las estaciones más suaves. Con un vegetación característica de la alta montaña, con todo su encanto.
    En la parte oeste de esta comarca, se puden contemplar, inmensos mares de olivos, que es el producto típico y mayoritario cultivado por excelencia, - la aceituna- dando lugar a los mejores aceites del mundo.

    Las poblaciones más importantes de esta comarca son Cazorla, Quesada, La Iruela, Peal de Becerro y Santo Tomé.

    Se pueden planificar unas vacaciones muy apacibles y gozando ampliamente de la naturaleza, con un presupuesto muy asequible.
    Se puede pedir información al Ayuntamiento de Santo Tomé. Tel. 953763200

    En páginas siguientes se dará información de la Sierra de carzorla, y sus paisajes.


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  • Calle Central

    Es una vista panorámica de la población de Santo Tomé allá por los años 1960.
    Eran tiempos difíciles, de este país que empezaba a florecer después de unos años
    anteriores complicados.

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  • Foto: A. Ceacero 

    La Matanza en Santo Tomé
     
    LA  MATANZA DEL CERDO. texto reproducido  de un capítulo escrito por el autor SANTO TOME situado en la era del año 1498. 
    La vida en una pequeña urbe como la aldea de Sancto Thomé, en esta época austera, complicada y difícil, hace  que el centro de gravedad esté situado aquí mismo.  
    El círculo de acción es bastante reducido, y todo gravita en torno al lugar donde se reside.
    Los medios de que disponemos  nos los debemos procurar nosotros mismos, en la mayor medida posible, para economizar, o poder vivir en sintonía con el más que austero poder económico de los aldeanos de este lugar. Por lo que debemos ser autónomos en el mayor sentido de la palabra.
     Ampliando lo dicho; para proveernos de alimentos como harinas, cereales y legumbres,  debemos cultivar la tierra que nos arrienda su propietario (la Mitra de la Iglesia de Toledo) al tercio. -es decir, un tercio de la producción para quien realiza el trabajo, un tercio para hacer frente a los gastos que soporta el agricultor y otro tercio para las arcas de la  la Iglesia  que el Adelantado como embajador y gobernador  de Ésta se encarga de recaudar  a su debido tiempo-.
    Debemos procurarnos nuestra propia ropa y calzado, comprando sólo la materia prima.
    Y debemos criar nuestro propio ganado el que nos suministrará alimentos –carne, leche, huevos durante el año-. Así en cada casa se crían aves domésticas,  cabras o vacas,  cerdos, conejos etc..
    En este   sentido y para que quede constancia describo  someramente el proceso de la matanza del cerdo, como testimonio de una actividad que forma parte de nuestra forma de vida actual  y,  de manera que a quien lo leyere le procurase  un conocimiento lo más preciso posible de esta tradicional costumbre.
    Bajo el punto de vista religioso, la matanza del cerdo es una fiesta de los cristianos, que  ante otras religiones que conviven la nuestra, como son la musulmana y la judía, hace   alarde de hermandad  y  reivindicando nuestras costumbres y creencias.
    Desde el punto de vista socioeconómico, es un acto de ostentación  social que indica que una parte importante de    la alimentación  siempre preocupante por su poca abundancia en estos tiempos y de esta forma  está forma una parte importante está asegurada para todo el año. También
     un acto de demostración de poder que celebramos con una fiesta en la que participamos todos los allegados.          
    En cada casa es costumbre obligatoria criar  y cebar uno o varios cerdos, aprovechando que el pienso necesario nos lo facilita la tierra que cultivamos, como son forrajes y cereales.
    En el mes de noviembre si se ha echado ya el frío o en diciembre si  es tardío tiene lugar la matanza del cerdo.
    Don Antonio –dice Gumersinda- es un buen cocinero que  domina perfectamente el arte culinario y sabe cómo aprovechar la totalidad del animal sacrificado.
    Se inicia con el sacrifico del animal que generalmente lo lleva a efecto  siempre Nicolás Téllez, un vecino que tiene demostrada suficiente experiencia para alcanzar con acierto la yugular del animal procurando que sufra lo menos posible. Se echa el animal encima de la mesa  (o en du defecto se aprovecha la escalera) con la ayuda que se prestan  unos vecinos a otros y tras engancharlo de la barbilla con un gancho metálico  puntiagudo o bien se le ata una cuerda a la mandíbula inferior para poder arrastrarlo hasta el punto del sacrificio.  Entre los ayudantes,  que a la puerta de la casa harán el trabajo, le sujetan poniéndole de costado derecho, y amarrándole las extremidades a la mesa, a excepción de la mano delantera derecha que se le deja suelta para que pueda fogar en su agonía el animal. Rápidamente la sangre  brota a borbotones desde la herida del cuello  hasta el caldero que previo un puñado de sal, una mujer mueve constantemente para evitar la coagulación que inutilizaría la sangre para poder aprovecharla posteriormente.
    Tras la muerte del animal se le baña la piel con agua hirviendo que previamente se ha preparado en un gran caldero y se afeitará concienzudamente. Y con teas o con brozas se queman los pelos o cerdas que resultan difíciles de rapar. Posteriormente  se le extraen las  uñas.
    Acto seguido se abre en canal el cuerpo del animal y se  le extraerán las vísceras y  los intestinos que se depositan en un lebrillo.* Se lavarán meticulosamente, utilizando los del intestino delgado para los chorizos y morcillas,  y los del intestino grueso para los salchichones y embutidos gruesos.
    El cuerpo vaciado  del animal es colgado -a una viga alta de la casa- de las patas traseras de los tendones a una camal (camaleja*) pendida de cuerdas, y se dejará toda la noche  al oreo en un lugar bien ventilado y fresco, procurando que quede abierto utilizando una caña o vara atravesada para este menester, y así dejar que  cuajen las mantecas. 
    El día anterior la mujer de la casa preparó un caldero de cebolla cocida que dejado en canastas de mimbre o de caña, permiten escurrir ésta. El ajo se cuece al día siguiente, junto con la sangre, la cebolla picada, el arroz y demás especias (matalauva, comino, clavo, pimienta y canela 1) formará la masa del embutido .
    Generalmente son  las mujeres quienes se encargan de embutir esta masa que  manualmente  introducen  en las tripas preparadas.   Entre ellas se darán consejo de cómo conseguir el gusto deseado de la masa de los embutidos.Es bastante normal que en cada casa se le dé un gusto o sabor personal.
    Se dejan las tripas embutidas reposar sobre un caldero con agua tibia, y después se sacan los embutidos  y se cuelgan  en varas  largas a las vigas del techo de la cocina o de la cámara quedando resguardadas y seguras. Los embutidos se dejan secar durante 21 días  aproximadamente y después para su conservación, se  trocean y fríen en  una sartén grande con aceite de oliva de gran calidad y pureza y se depositan en orzas de boca ancha protegida ésta con  consistentes tapas de madera. Así su estado de conservación con el aceite  frío   gelatinoso evita la oxidación y putrefacción de  este alimento el tiempo necesario hasta su consumo.
    Los jamones se depositan en artesas enterrados en sal gruesa, presionándolos con pesas para que suelten  el resto de sangre que pueda haber quedado en su interior, también durante 21 días.
    Otro tanto ocurre con el resto de tocinos, y costillar, que se entierran en sal gruesa en artesas hasta secar, y posteriormente se dejan colgados  para ser utilizados cuando convenga

    • Lebrillo: Recipiente de barro cocido con forma de cono truncado, con la boca más ancha que la base. De uso doméstico.
       
    • 1          El pimentón en esta época aún no se utiliza como condimento en la cocina.
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          Antonio. Invierno de la era de  1497.

     

    Autor Santo Tomé.


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